INNOVACIÓN CONTINUA
Tengo en mis manos una revista académica especializada en educación y en ella hay varios artículos, firmados por reputados académicos, en los que, de una u otra forma, se habla de innovación y, en casi en todos los casos, relacionando esta con el uso de la tecnología digital.
No cabe duda de que en muchos ambientes escolares y académicos el uso de la tecnología digital todavía se sigue viendo como un objetivo deseable y por tanto como una innovación. Afortunadamente no es así en bastantes centros en los que estas herramientas forman ya parte del quehacer cotidiano.
Me preocupa mucho el reduccionismo que supone identificar algo tan importante cómo es la innovación con el simple uso de determinadas herramientas por muy sofisticadas o útiles que sean, que lo son.
Desde luego un aspecto, muy interesante por cierto, de la innovación consiste en el uso de mejores recursos didácticos y en la implementación de nuevos métodos de aprendizaje. Cuando un profesor se resiste a incorporar en su trabajo algún tipo de recursos o enfoque novedoso no solamente se está quedando anticuado sino que está dando mal ejemplo a sus alumnos. Probablemente lo mejor que puede hacer un profesor, y ¡qué pena si no lo hace!, es contagiar a sus alumnos el propio afán de superación y de ilusionada, me atrevería a decir apasionada, búsqueda del conocimiento, del bien y en definitiva de la realidad, de la verdad.
Olvidándonos en este momento de los “comos”, convendría reflexionar también sobre los “ques”. Deberíamos replantearnos sí los contenidos de la enseñanza son los adecuados y si el objetivo es simplemente trasmitirlos. Si como, sin ninguna duda, afirma la ciencia pedagógica no se trata tanto de enseñar sino de conseguir que los alumnos aprendan, parece relevante localizar nuestra atención sobre el protagonista del aprendizaje: el propio alumno. Y aquí nos encontramos con algo muy sugerente: cada alumno aprende no sólo con distintos ritmos sino de forma diferente ya que el aprendizaje está fuertemente condicionado por sus conocimientos previos, su modo de pensar, su modo de ser y sus intereses. Si realmente queremos que los procesos de enseñanza-aprendizaje sean efectivos necesariamente tenemos que contar con algo tan vivo como son nuestros alumnos.
Por otra parte cada alumno no es, gracias a Dios, un ser estático, un “mineral” que “es” de una determinada forma generalmente inalterable sino una persona en constante evolución, en crecimiento, en continuo cambio. Por eso, las pautas de atención y exigencia no pueden ser fijas, inmutables. No podemos permanecer anclados en unas programaciones estáticas donde “todo encaja” excepto los destinatarios de la acción pedagógica: los propios alumnos. Si ponemos el foco donde debemos, el alumno, estaremos plenamente inmersos en una “innovación continua”.
Dentro de mi actividad profesional de estas últimas semanas he tenido ocasión de tomar parte activa en algunos eventos que son muestra de palpitantes innovaciones que están teniendo lugar en la actualidad y que comparto con los lectores de INED21. En todos los casos los lectores pueden ver en diferido las sesiones y descargarse los vídeos correspondientes.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario